martes, 29 de enero de 2013

Una ligera idea.

Llevo bastante tiempo soñando, tanto dormida como despierta, con una idea que cada vez se me antoja más y más necesaria, una idea que me obliga a plantearme ciertos cambios necesarios en mi día a día, una idea que me muero por llevar a cabo.
Esa idea es poder independizarme. Ya. Ahora.
Quiero irme de casa de mis padres y vivir o bien sola, o bien con mi chico, el cual lleva esperando ese momento casi tanto tiempo como yo. Quiero entrar y salir cuando me venga en gana, sin preguntas impertinentes como "¿Dónde vas? ¿Con quién vas? ¿Qué vas a hacer? o ¿A qué hora vuelves?", preguntas a las que cada vez que contesto provocan dentro de mi un sabor amargo cada vez mayor.
Quiero tener un armario lleno de ropa para mi sola, y la estantería del salón llena de mis libros, quiero poder tener las zapatillas en el suelo de la habitación o el abrigo encima de una silla. Quiero pintar las paredes del salón de granate, o morado, o el color que me apetezca en ese momento, quiero colgar en las paredes todos los cuadros, láminas o póster que tenga a mano, tener mi mesa de estudiar llena de lápices y rotuladores y la mesa de la cocina llena de migas de pan.
Quiero tener mi intimidad, compartirla sólo cuando me apetezca. Quiero tener el cuarto de baño lleno de botes de champús, geles o cremas vacíos, millones de cosas para el pelo desordenadas encima de alguna balda y la toalla secándose colgada de alguna puerta.
Pero también quiero tener que ir a hacer la compra, tener que pasar el polvo, que aspirar y fregar el suelo, que limpiar el baño y la cocina, tener que preparar comidas y cenas, que poner lavadoras, tender y planchar la ropa. Quiero tener esas obligaciones única y exclusivamente porque son las que permiten que yo lleve a cabo mi idea de independizarme, porque me harán crecer, madurar y, sobre todo, quejarme, quejarme mucho.
Quiero que mi hermana o mis amigas se vengan a dormir a mi casa cuando volvamos de fiesta, quiero dormir como si no hubiera mañana, acurrucarme en el sofá y trastear con el ordenador en cualquier momento y en cualquier rincón de la casa. Quiero pasar las horas muertas sin hacer nada, o salir a correr, o salir con la bici, o ir a entrenar, o dar un paseo, o tomar el sol, o comprarme un paraguas, o arrepentirme de haber salido sin abrigo.
Y también quiero un gato.

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