jueves, 24 de enero de 2013

Días de instituto.

He de reconocer que llevo todo el día emocionada con la idea de volver a escribir, y cuando me he parado a pensar en los orígenes de mi blog, me he visto inmersa en una marea de recuerdos relacionados, en su mayor parte con aquella etapa del instituto. Y parándome a pensar en esos años me he dado cuenta de cuánto lo echo de menos.
Echo de menos los estuches llenos de colores, las preocupaciones por el chico del momento, las vueltas que había que dar a la falda del uniforme para que quedara a la altura deseada, las carpetas llenas de recortes de revistas, los trozos de canciones entre las páginas de los cuadernos, los exámenes de dos o, como mucho tres temas, la rivalidad con ciertas personas, la amistad con otras, el qué dirán... Pero, sin dudarlo ni un instante, lo que más echo de menos de todos esos años son los cinco minutos que tardaba desde casa al colegio. ¡Bendito ahorro de tiempo y de madrugones!
Nada que ver con las cuatro horas de transporte público que tengo que hacer ahora para pasar la tarde en la universidad. Ni más ni menos que ¡cuatro horas! Horas desperdiciadas casi en su totalidad porque quien diga que estudia en el tren, miente. En todo caso podría otorgarle el beneficio de la duda si se encuentra en su semana de exámenes, pero en el momento en que estoy yo ahora ni siquiera tengo que estudiarlos, he dejado atrás (también) el estrés de los exámenes, los apuntes descolocados, los subrayadores y las noches sin dormir. Ya ni siquiera espero hasta la noche de antes para terminar los trabajos o proyectos que he de entregar, los tengo terminados semanas antes de la fecha final, ¿por qué? No tengo ni idea. Igual tengo demasiado tiempo libre, igual no me cuesta ningún esfuerzo rellenar las hojas escritas con los conceptos que me piden, igual le he cogido el gusto a leer determinadas cosas para poder completarlos o igual, simplemente, me estoy haciendo mayor.
Tanta nostalgia de días de instituto, de estrés de exámenes y de rotuladores de colores me lleva a pensar que el tiempo no pasa en balde para nadie, que todos crecemos, aunque no queramos, evolucionamos, aprendemos y sustituimos unas rutinas por otras. No digo que no me guste mi vida ahora, para nada, me encanta, muchos quisieran verse en mi lugar, solo digo que echo de menos esos días, esos momentos y, sobre todo, esas personas.

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