jueves, 7 de marzo de 2013

Pienso algunos días

"Busco me" es una canción escrita e interpretada por Bebe en la cual aparece una frase que resume claramente como me siento desde hace unos pocos meses. La frase en concreto dice: "ya no me divierto -pienso algunos días- y al otro día no hay sol que me acueste". El concepto es claro, el significado de la frase, evidente, y a pesar de que acabo de afirmar que ésta frase resume cómo me siento, he de decir que la segunda parte de la misma en mí no se cumple. Es decir, que llevo tiempo pensando que ya no me divierto, que a penas salgo, que se me pasa la vida, pero estoy esperando el día (o la noche) en que el sol no sea capaz de acostarme, que llevo meses sin verme en una situación así.
Sé que salir por la noche no es la única forma de divertirse, evidentemente, pero es la que más reacciones tiene, la que más impresiona y la que mejor demuestra que ésto me está pasando realmente. Es la mejor demostración, ya que hasta este verano tenía la costumbre de salir, al menos, una noche del fin de semana, sin excepción, y nunca volvíamos a casa antes de que hubiera salido el sol. Hasta que no encendían las luces del sitio en cuestión no parábamos de bailar, de movernos, de charlar, de reír, de pasarlo bien... Pero esta rutina ha desaparecido completamente de mi vida, y no ha desaparecido gradualmente, no, ha desaparecido de un fin de semana al siguiente, lo que me obliga a estar, aún, en estado de shock.
¿Motivo por el que he dejado de salir? Mi compañera de fiestas se ha ennoviado. Así de simple, así de triste. Ella que inició una guerra contra aquella otra chica que solía salir con nosotras hasta que se echó novio, ella que siempre juró y rejuró que salir no se lo iba a quitar nadie, esa con la que no tenía que quedar de antemano porque teníamos reservadas las noches para nosotras solas, esa. Ha decidido dedicarle el 100% de su tiempo a su nuevo novio y, lamentablemente no he sido la única en dejar de verla. Pero oigan, allá ella.
Allá ella, si, pero no por ello dejo de estar dolida y decepcionada. Me encantaría ponerme a chillar como una loca y decirla, literalmente, que debería haberse metido la lengua en el culo, pero en lugar de eso, he de ser buena amiga y decir las cosas muy suavemente, que su sensibilidad ha aumentado proporcionalmente con el tiempo que le dedica al novio. Yo de verdad que no la entiendo. Yo nunca he dejado de salir con ella por tener novio, es más, considero que salir con las amigas en la rutina de siempre es la mejor medicina y vía de escape que se puede tener cuando alguien entra en una relación de pareja, y así lo he hecho yo.
Pero ella no. Ella ha decidido que es mucha mejor opción dejar de vernos, dejar de salir de noche e, incluso, de día, apartarse de todas, dejar de formar parte... Ella ha elegido, a mi modo de ver, la opción incorrecta porque ahora no va a ser capaz de salir de ahí y el día que quiera salir sé que volverá, pero ya no sé si habrá alguien esperándola.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Un bucle terrible.

He entrado en bucle. El hecho de vivir dentro de una rutina constante y terriblemente inactiva y aburrida me ha llevado a plantearme la aventura de pasar un año fuera. He estado mirando diferentes programas que ofrecen algunas embajadas y he encontrado uno en concreto, para irme a Canadá, que resulta bastante apetitoso. Como el plan de vivir un año lejos de aquí me apasiona bastante, me planteo indagar y enterarme bien de las condiciones del programa para poder hacerme una idea de como sería mi año fuera.
Me imagino a mi misma bajando a Madrid a la embajada, llevando papeles, trayendo papeles, volviéndolos a llevar, renovando DNI, actualizando pasaporte, mirando vuelos, etc. Y de pronto me colapso. ¡Sólo de imaginarlo! No quiero ni pensar como sería vivirlo realmente. El colapso llega hasta tal punto que decido no mirar nada más, aguantarme y conformarme con pasar otro año más aquí, lo que me conduce a imaginarme como puede ser el año que viene si no cambio se aires.
De nuevo empiezo a pensar en diferentes procesos como echar currículums en coles, preparar oposiciones, buscar trabajos alternativos, continuar con el día a día de los últimos años... Y, otra vez, decido volver a cambiar de idea, vuelvo a querer irme de España, idea que me conduce, de nuevo, al paso uno.
Esto, lógicamente, me está volviendo loca. No es saludable cambiar de idea tantas veces sobre un mismo tema, sobre todo si las repercusiones son a gran escala. He decidido que lo más sencillo y maravilloso sería que alguien, otra persona que no sea yo, lo mirase y preparase por mi, pero tiene que ser alguien sensato y con ideas claras, que fuese capaz de buscarme el plan más estupendo existente y, como es evidente, esa persona ideal es mi madre. Pero ella no está por la labor, dice que ya soy mayorcita para hacer las cosas por mi misma, que no debería necesitarla para estas gestiones. Lo que ella no entiende es que las gestiones en sí son lo de menos, lo difícil en este caso es tomar la decisión y mantenerla, desarrollar la idea hasta el punto de no retorno, pero claro, para eso sí que la necesito a ella.
Conclusión: sigo en bucle y no sé cómo salir de él, parece que estoy atrapada hasta que el tiempo decida por mi y no me quede más remedio que pasar otro año más viviendo mi rutina; entonces me arrepentiré terriblemente de no haber tenido iniciativa; entonces ya no tendrá solución.

martes, 29 de enero de 2013

Una ligera idea.

Llevo bastante tiempo soñando, tanto dormida como despierta, con una idea que cada vez se me antoja más y más necesaria, una idea que me obliga a plantearme ciertos cambios necesarios en mi día a día, una idea que me muero por llevar a cabo.
Esa idea es poder independizarme. Ya. Ahora.
Quiero irme de casa de mis padres y vivir o bien sola, o bien con mi chico, el cual lleva esperando ese momento casi tanto tiempo como yo. Quiero entrar y salir cuando me venga en gana, sin preguntas impertinentes como "¿Dónde vas? ¿Con quién vas? ¿Qué vas a hacer? o ¿A qué hora vuelves?", preguntas a las que cada vez que contesto provocan dentro de mi un sabor amargo cada vez mayor.
Quiero tener un armario lleno de ropa para mi sola, y la estantería del salón llena de mis libros, quiero poder tener las zapatillas en el suelo de la habitación o el abrigo encima de una silla. Quiero pintar las paredes del salón de granate, o morado, o el color que me apetezca en ese momento, quiero colgar en las paredes todos los cuadros, láminas o póster que tenga a mano, tener mi mesa de estudiar llena de lápices y rotuladores y la mesa de la cocina llena de migas de pan.
Quiero tener mi intimidad, compartirla sólo cuando me apetezca. Quiero tener el cuarto de baño lleno de botes de champús, geles o cremas vacíos, millones de cosas para el pelo desordenadas encima de alguna balda y la toalla secándose colgada de alguna puerta.
Pero también quiero tener que ir a hacer la compra, tener que pasar el polvo, que aspirar y fregar el suelo, que limpiar el baño y la cocina, tener que preparar comidas y cenas, que poner lavadoras, tender y planchar la ropa. Quiero tener esas obligaciones única y exclusivamente porque son las que permiten que yo lleve a cabo mi idea de independizarme, porque me harán crecer, madurar y, sobre todo, quejarme, quejarme mucho.
Quiero que mi hermana o mis amigas se vengan a dormir a mi casa cuando volvamos de fiesta, quiero dormir como si no hubiera mañana, acurrucarme en el sofá y trastear con el ordenador en cualquier momento y en cualquier rincón de la casa. Quiero pasar las horas muertas sin hacer nada, o salir a correr, o salir con la bici, o ir a entrenar, o dar un paseo, o tomar el sol, o comprarme un paraguas, o arrepentirme de haber salido sin abrigo.
Y también quiero un gato.

jueves, 24 de enero de 2013

Días de instituto.

He de reconocer que llevo todo el día emocionada con la idea de volver a escribir, y cuando me he parado a pensar en los orígenes de mi blog, me he visto inmersa en una marea de recuerdos relacionados, en su mayor parte con aquella etapa del instituto. Y parándome a pensar en esos años me he dado cuenta de cuánto lo echo de menos.
Echo de menos los estuches llenos de colores, las preocupaciones por el chico del momento, las vueltas que había que dar a la falda del uniforme para que quedara a la altura deseada, las carpetas llenas de recortes de revistas, los trozos de canciones entre las páginas de los cuadernos, los exámenes de dos o, como mucho tres temas, la rivalidad con ciertas personas, la amistad con otras, el qué dirán... Pero, sin dudarlo ni un instante, lo que más echo de menos de todos esos años son los cinco minutos que tardaba desde casa al colegio. ¡Bendito ahorro de tiempo y de madrugones!
Nada que ver con las cuatro horas de transporte público que tengo que hacer ahora para pasar la tarde en la universidad. Ni más ni menos que ¡cuatro horas! Horas desperdiciadas casi en su totalidad porque quien diga que estudia en el tren, miente. En todo caso podría otorgarle el beneficio de la duda si se encuentra en su semana de exámenes, pero en el momento en que estoy yo ahora ni siquiera tengo que estudiarlos, he dejado atrás (también) el estrés de los exámenes, los apuntes descolocados, los subrayadores y las noches sin dormir. Ya ni siquiera espero hasta la noche de antes para terminar los trabajos o proyectos que he de entregar, los tengo terminados semanas antes de la fecha final, ¿por qué? No tengo ni idea. Igual tengo demasiado tiempo libre, igual no me cuesta ningún esfuerzo rellenar las hojas escritas con los conceptos que me piden, igual le he cogido el gusto a leer determinadas cosas para poder completarlos o igual, simplemente, me estoy haciendo mayor.
Tanta nostalgia de días de instituto, de estrés de exámenes y de rotuladores de colores me lleva a pensar que el tiempo no pasa en balde para nadie, que todos crecemos, aunque no queramos, evolucionamos, aprendemos y sustituimos unas rutinas por otras. No digo que no me guste mi vida ahora, para nada, me encanta, muchos quisieran verse en mi lugar, solo digo que echo de menos esos días, esos momentos y, sobre todo, esas personas.

Resurrección.

Echo de menos sentarme delante del ordenador y escribir sin objetivo alguno, sólo por placer, sólo porque si. Creo que por eso he decidido reabrir o, más bien, reutilizar mi blog, para poder concederme a mi misma esos momentos de acumulación y sucesión de pensamientos que permiten escribir entrada tras entrada.
Sin embargo, aunque no he borrado nada de lo que ya existía aquí, pretendo que se produzcan diversas modificaciones, empezando por el evidente cambio de look de la página y siguiendo por el contenido de las líneas que aparezcan en la misma.
No quiero utilizar este espacio como lugar de reflexiones profundas, dramatismos o sentimentalismos, únicamente quiero que me sirva para intentar colocar en cierto orden las ideas que, en ocasiones, acuden sin ningún tipo de control a mi mente.
Un factor muy importante que ha influido en gran medida en que me decida a volver a escribir alguna cosa es la seguridad de que nadie o, como mucho un par de personas, conocen la existencia de este espacio y como hace tanto tiempo que no me pasaba por aquí, dudo (cosa que agradezco enormemente) que mis palabras vayan a ser leídas.
Así que procuraré no volver a abandonar este rincón y dedicaré a escribir de vez en cuando algunas líneas, pero siempre bajo la luz de un candil.