domingo, 30 de noviembre de 2008

Confianza.

No es tiempo de palabras bonitas que sirven para apaciguar la rabia. No es tiempo de condiciones ni falsas promesas. No es tiempo de pedir perdón. Es tiempo de actuar, de demostrar lo que se siente, dice o piensa, tiempo de poner los pies en la tierra, de aclararse, de aclarar.

Confianza. Palabra traidora, palabra hiriente, punzante, bañada en falso oro, amarga, ácida y helada. Confía en alguien, hazlo ciegamente, atrévete a sentir confianza, será tu fin, tu destrucción, el principio de tu inexistencia. Confía en alguien y no harás más que desnudar poco a poco tu corazón, despojarte de la coraza que tan a salvo te ha mantenido tanto tiempo, regalar tu vulnerabilidad, tu perdición. Ten preparado un puñal, una espada, un sable, el arma perfecta para la puñalada final, pero debes escoger bien el arma porque será empleada contra ti fervientemente.
Ahora dime que no es cierto, que la confianza nace del conocimiento del alma de la otra persona, de la amistad que surgió en determinado momento y, por qué no, de un amor latente, que une permanentemente dos corazones, que los convierte en uno; una unión de corazones que deriva en la unión de los cuerpos, en la desnudez absoluta de tu ser, pero no sabes si también del suyo. Dime que tu confías en mí, que me regalas tu alma, tu cuerpo y tu corazón, dime que no temes por tu alma, por tu existencia, por tu integridad. Dime que confías en mi, en que no voy a utilizar el arma que tan cuidadosamente has colocado en mi mano tras afilarla con todo tu empeño. Dímelo y te diré que eso sentía yo, que yo confiaba en ti, que quizá lo siga haciendo, pero que he mejorado mi coraza, mi armadura, mi protección, la he engrosado y combinado sus materiales para hacerla impenetrable, imposible a tu alcance. Sentirás decepción, ¿desconfianza? No lo sé. Me odiarás por lo que he hecho, por protegerme de ti. Si de verdad deseas mi desnudez tendrás que volver a ganártela, ésta vez no te la voy a regalar, voy a esconderme, más y más, cuanto más te acerques más me alejaré yo, cuanto más corras más correré yo.
Ésta vez será la desesperación la que pasee por tu sangre, la que se bañe y juegue en ella, la que te amargue profundamente. O bueno, quizá no, quizá no sientas nada, absolutamente nada. Quizá no merezca la pena tanto esfuerzo, tanto sufrimiento, tanta inestabilidad, desconfianza de nuevo, rendición. Yo seguiré esperando, con la amargura por compañera mientras me veo obligada a alejarme de ti, cuando mi único deseo es correr a tu encuentro, pero no abandonaré mi nuevo propósito, lo mantendré en pie mientras sea necesario.
Ojalá tú tampoco abandones.

2 comentarios:

Él dijo...

Muy bonito niña, pero también muy triste. Espero poder estar a tu lado siempre que me necesites y no fallarte. Un besito

Guerrillerx dijo...

Escribe de nuevo...es un grito que pueden oir hasta los sordos.